11 ago 2010

Reflexión: ¿por qué nos quejamos a Dios?

Autor: Catholic.net (fuente)

Ocurre que de pronto piensas que Dios te ha olvidado. Te asedian tantos problemas y no los puedes comprender. Quedas envuelto en un torbellino del que parece no existir una salida.
Recientemente pasé por algo parecido, y sentí una gran confusión. Procuraba estar tranquilo y confiar en Jesús.

Solía visitarlo en el Sagrario para quejarme... ¿Hasta cuando...?
Y oraba con el Salmo 6:
Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues si estás enojado.Ten compasión de mí que estoy sin fuerzas; sáname pues no puedo sostenerme.
Aquí estoy sumamente perturbado, tú, Señor, ¿hasta cuando?...

Vuélvete a mí, Señor, salva mi vida, y líbrame por tu gran compasión.
Sentía entonces como si una voz interior me dijera:
-Lee a Job.
-¿Job?- me dije extrañado.
Y fue lo que empecé a hacer, y lo que te recomiendo cuando no entiendas lo que te ocurre, y cuando sientas que no puedes más.
Mientras escribo, tengo frente a mí una Biblia. Está abierta en el libro de Job. Ahora se ha vuelto un amigo entrañable. Me ayudó a comprender las enseñanzas de Nuestro Señor. ¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios? ¿Acaso pensamos ofrecer nuestros sufrimientos por la salvación de las almas? No somos dignos de nada. Todo es gracia de Dios. Job lo supo bien:
Reconozco que lo puedes todo, y que eres capaz de realizar todos tus proyectos. Hablé sin inteligencia de cosas que no conocía, de cosas extraordinarias, superiores a mí. Yo sólo te conocía de oídas; pero ahora te han visto mis ojos. Por eso retiro mis palabras y hago penitencia sobre el polvo y la ceniza.
(Job 42, 2-6)
Comprendes de pronto lo pequeño e insignificante que eres ante la inmensidad y magnificencia de Dios.
Parece como si Dios mismo te llevara al límite, para probar tu fe, fortalecerla y hacerte comprender que sin él nada podemos.
Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación.
Siracides 2,5
A Dios le agradan las personas humildes, sencillas, rectas de corazón. Y nos enseña a ser como desea que seamos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La gente nunca suele pensar en Dios, excepto en dos tipos de situaciones: cuando está desesperada por algo y ha apurado todos sus recursos, y cuando tiene que culpar a alguien de sus desgracias.
Hace algún tiempo que no le echo un ojo a la Biblia, pero yo recomiendo más el evangelio de San Juan.

Serk1492 dijo...

Cierto. A mí me pasa a veces, aunque la verdad pienso constantemente en Dios, ya sea porque estoy contento y le doy las gracias, o porque en un momento dado me hago preguntas y me "aparto" un poco de la fe. Por suerte cada día creo más en Dios.

No soy mucho de leer, aunque alguna que otra vez leo algo. Hace unos días dejé de leerla, iba por Mateo. En otra ocasión leí el de San Juan, a mí me gustó mucho (aquí es donde Jesús llama "víboras" y "siervos del demonio" a los judíos, a los fariseos). Todos tienen algo especial, aunque por cuestión de gustos el de San Juan es algo aparte.

PD. Del Antiguo Testamento sólo me he leído las primeras páginas y alguna más al azar. Me gustaría echar un vistazo a Job, donde creo que dice ya que el planeta es redondo ("un GLOBO sostenido de la nada"), algo que sería demostrado por la ciencia siglos después.

Anónimo dijo...

Según tengo entendido, Job era un judío que decía creer mucho en Dios, y para probarle, Dios le provoca todo tipo de desgracias para comprobarlo.
El Evangelio de San Juan es diferente a los demás por como está escrito, al menos eso leí en mi Biblia. Y si, sale alguna que otra frase antisemita, cosa que me gusta, jejeje...

Amigo. dijo...

Hola.

Con sencillez y humildad, de corazón podemos preguntar ¿hasta cuando?, ¿por qué?, etc. naturalmente es nuestro Padre y como sus hijos recurrimos a él. Y él siempre nos escucha y si conviene a nuestra Salvación nos otorga, cambia, sana,etc.

Nunca hay que despistarse, la vida es una Prueba, Él está presente realmente en el Sagrario, en la Santa Hostia, pero... no lo vemos en la Gloria, no nos aplasta con su Grandeza, ¿para?, que podamos por puro acto de Fe y entrega de nuestra voluntad, amarlo, porque una vez en el Cielo, viéndolo, todo lo demás será agradecimiento, es aquí donde merecemos la Gloria alcanzada por pura Gracia por Jesús en la Cruz. Todos en el cielo tienen el vaso lleno de gozo, pero los vasos son de distinto tamaño, según ¿quién?, ¿quién determina que tamaño mere cada uno?, ésto lo ha dejado Dios, Infinita Sabiduría, en nuestras manos, aquí, somos nosotros quienes decidimos ese tamaño o si tiramos el vaso...
Así que, cuando suframos, tengamos una prueba, nos pongan al límite, etc, ofrezcamos nuestros sufrimientos en unión al Sacrificio de Jesús en el Calvario. Amemos a nuestro Señor, Creador y Padre, Dios Trinidad que siempre quiere lo mejor para sus hijos, él da a todos la gracia para salvarse, él no quiere que nadie se condene, nadie está predestinado al infierno. Pero al darnos libertad, podemos elegir amar o amarnos, el camino del Amor es estrecho, es para Valientes, la Victoria tiene un precio, un sacrificio, precisa disciplina, renuncias,etc.
En nuestro diálogo diario con Dios, nuestra oración de corazón, neturalmente tiene que estar nuestro trabajo, estudios, juegos, amigos, dolencias, necesidades, como habla un hijo con su Padre Bueno. Así.

Dios deja a Satanás obrar de manera extraordinaria contra Job, Él otorga a Job la Gracia que Job acepta y aplica para resistir. El Enemigo nos prueba con la manera ordinaria, la tentación, y pretende lo mismo que con Job, matarnos, separarnos de Dios, llevarnos al estado de Infierno, por puro odio a Dios y sus criaturas.
Juan era judío, no busquéis esas cosas en la Palabra de Dios, Él habla muy clarito al pueblo judío por los profetas, de ptostitutas, necios, traidores,etc no les baja, pero es un Dios enamorado de nosotros, de nuestra pequeñez, rico en Misericordia está pronto a perdonarnos, durante la vida cada prueba es una llamada al Amor, a amar más y mejor y estar con él por toda la Eternidad gobernando Imperios, gozando con él.

Tenemos que sanar el corazón.